El hallazgo y la posterior hazaña, que nos cuentan en la revista de plantas y biología Current Biology, ha tenido lugar en la Antártida. Puede que nos resulte extraño de imaginar, ya que nuestra imagen mental de los ecosistemas polares pasa por grandes extensiones blancas, vacías, sin un brote verde en ellas… pero lo cierto es que el musgo está presente y constituye un importante elemento para el mantenimiento de estos entornos, ya que contribuye a la necesaria renovación del dióxido de carbono.
Así que no es raro que los científicos y especialistas en plantas se ocupen de localizarlo bajo la superficie, y de recuperar para estudiar y entender mejor el ecosistema aquellas piezas que se encuentren enterradas en hielo. Sin embargo, hasta la fecha el máximo que se había conseguido revivir en este sentido era de veinte años atrás. En el caso que nos ocupa, sin embargo, tras aplicar la cantidad de calor correspondiente al musgo recuperado solo tardó un mes en comenzar a reproducirse de nuevo, para sorpresa y entusiasmo de los científicos.
Un pequeño descubrimiento que anuncia algo mayor
¿Para qué sirve realmente el saber que es posible revivir musgo de tanta antigüedad? ¿Hay algo más allá de lo anecdótico?
Como muestra paradigmática es algo extremadamente útil, sobre todo: según los científicos implicados, un hallazgo de este tipo aumenta las posibilidades de que formas de vida más complejas, plantas u organismos más allá de la vida unicelular, puedan sobrevivir en el llamado permafrost o hielo constante.
Trabajando en esta línea, no sería tan impensable conseguir la colonización de zonas cuya vida hubiera sido aniquilada por el avance del hielo, una realidad que todos conocemos bien como parte de la historia de nuestro planeta.