¿Queremos que nuestro jardín tenga un toque exótico o conseguir un rincón donde siempre encontremos sombra? Plantar palmeras puede ser la solución. ¿Suena difícil? Intentaremos ponerlo más sencillo con algunos consejos.
Antes que nada, es importante desechar algunas leyendas urbanas o ideas preconcebidas acerca de las palmeras. La sabiduría popular puede ser muy útil a veces, pero en otras ocasiones nos puede llevar a dar por hechas algunas cosas que terminarán provocando graves errores. En jardinería, ya lo sabemos, lo mejor es no actuar a la ligera.
Suele decirse que las palmeras son plantas muy resistentes, que prácticamente aguantan todo tipo de suelo. Bueno, esto es cierto sólo en parte. Si nuestro jardín tiene un suelo salino o no drena como es debido, quizás a causa de un contenido en arcilla más alto de lo normal, entonces debemos escoger un tipo de palmera que pueda arraigar bien en estas condiciones: la palmera canaria, la datilera o la wachintonia, por ejemplo. Otras clases pueden sufrir mucho más o directamente no brotar en esta clase de suelos.
Otra idea que tenemos en mente es que las palmeras adoran el sol sobre todas las cosas (todos las asociamos inevitablemente con los climas tropicales o las ciudades en medio del desierto). De nuevo, es algo que conviene matizar. Aquí sí entra en juego su resistencia, y la mayor parte de las palmeras soportarán estoicamente encontrarse en la zona del jardín más iluminada, pero otras pueden llegar a quemarse. Hay variedades que necesitan tener algo de sombra, o incluso estar en una zona umbría del todo. La chamaedorea o la areca son ejemplos de esto.
Para plantar cualquier palmera, en general, lo mejor será esperar a primavera o verano, aunque si las hemos tenido previamente en una maceta no hay problema en traspasarlas al jardín en otoño o invierno. El agujero en que las depositemos debe ser bastante hondo y con una buena cantidad de abono: lo recomendable es no menos de tres kilos, y en función del tamaño de la palmera podemos llegar a necesitar hasta ocho. El riego tiene que ser abundante, vigilando bien que no se quede agua estancada alrededor del tronco. La paciencia será otro elemento fundamental: la mayor parte de las palmeras tardarán lo suyo en alegrarnos el jardín, pero os aseguraremos que merecerá la pena.