La menta es una planta vivaz, aromática, herbácea que posee un intenso aroma a mentol. Tiene estolones que provocan que se formen colonias. Presenta tallos verdosos y algo rojizos en su extremo, ligeramente vellosos y ramificados, que llegan a medir casi un metro.
Las hojas lanceoladas, con bordes aserrados, de color verde oscuro y a veces purpúreo, llevan glándulas secretoras de esencia, que poseen en mayor proporción que el resto de la planta. Las flores de color rosado o lila, se reúnen en una espiga que nace a partir de la axila del último par de hojas de cada rama, durante la estación cálida.
Esta planta contiene una esencia que se compone fundamentalmente de mentol, y también de mentona, cineol y otras sustancias. El mentol y más aún la mentona son aromáticas y refrescantes, por lo que se usan en la fabricación de perfumes, dentífricos, etc. La esencia de menta es antiespasmódica, tónica favorecedora de la secreción biliar, estimulante y a dosis altas, afrodisíaca.
También facilita el funcionamiento del intestino, si se administra en forma de tisanas con 5-6 g de hojas o extremos floridos por taza. Cuando hierve el agua, se quita del fuego, y una vez deja de hervir, se echa la menta. Se tapa y se espera a que pierda temperatura para poderla tomar. Se añade azúcar o miel.
La menta prefiere suelos ligeros, ricos en materia orgánica, frescos o de regadío, su mayor producción se alcanza en alturas cercanas a 1000 m, en lugares bien iluminados. Resiste el frío. Sus renuevos enraízan fácilmente, por lo que debe reproducirse por este medio a principios de la estación templada.