Cualquier persona que haya visitado Londres habrá oído hablar de los jardines de Kew, o incluso habrá hecho alguna parada en ellos. ¿Queréis saber algo sobre su historia y sus características?
A este importante conjunto situado en el sudoeste de Londres se le conoce habitualmente como Real Jardín Botánico de Kew, o simplemente Jardines de Kew a secas para abreviar. En sus 120 hectáreas de extensión hay cabida para espacios de todo tipo: nos encontramos invernaderos, un herbario, una zona dedicada a la documentación académica… Uno de los más importantes valores del conjunto es cómo consigue aunar el interés turístico o “informal” con el de la investigación. Su impresionante mosaico natural de más de trescientas mil variedades de flores diferentes puede anonadar a cualquiera, sea cual sea el motivo de su visita.
Como ha sucedido con tantos otros jardines famosos a lo largo de la historia, los de Kew comenzaron perteneciendo a la realeza, concretamente a la Princesa Augusta, viuda de Federico Luis de Hannover. Tras pasar por las manos de Jorge III, que enriqueció y agrandó considerablemente el jardín en toda su extensión, en el siglo XVIII, fue en 1840 cuando pasaron de ser meros espacios de recreo para la nobleza a convertirse en el entorno botánico que son hoy en día. Las edificaciones más emblemáticas dentro del jardín, las llamadas Casa de la Palmera y la Casa Templada, datan de poco después.
¿Cómo podemos visitar los jardines de Kew?
Al ser un jardín tan amplio y tan abierto al turismo, nos encontramos muchas actividades a lo largo del año que pueden ser de interés para cualquier aficionado a la botánica. La Gran Pagoda, la exposición permanente Plants+People o la galería Marianne North son algunos de los reclamos más conocidos.
Para llegar al jardín botánico basta con tomar la línea de metro que lleva su mismo nombre, la Kew Gardens. El espacio en sí está abierto de lunes a viernes, en horario de 9.30 de la mañana a 6.30 de la tarde.