Las denominadas briofitas hacen referencia a plantas no vasculares dado que no cuentan con un sistema vascular totalmente desarrollado para el transporte interior de diversos nutrientes y agua. En su inmensa mayoría, son plantas chicas que podemos encontrar en zonas húmedas de las cuales dependen estrictamente ya que precisan del agua líquida para su reproducción. Sus ciclos de vida abarcan dos etapas: el gametofito y el esporofito. Habitualmente se pueden dividir en antocerotes, hepáticas y musgos.
Los helechos fueron las primeras plantas que lograron adaptarse a la vida fuera del agua, colonizando continentes. En el transcurso de la época llamada carbonífera, hace unos 300 millones de años, los helechos conformaron grandiosos bosques, con ejemplares de hasta 30 metros de altitud y cuyos restos han originado en la actualidad los mayores yacimientos de carbón del planeta. Efectivamente, todos los vegetales han dejado combustibles fósiles, como puede ser el petróleo, de los que hoy logramos la energía.
En disparidad con los musgos, los helechos tienen raíces, tallos y verdaderas hojas o frondas. Estas son de tamaño grande y tienen una forma muy característica. Los helechos se reproducen a través de las esporas, que las podemos ubicar en unas cápsulas diminutas o soros ubicados en el revés de las frondas. Una vez que las esporas llegan a la maduración, se abre el soro y caen a la tierra. Si los suelos son favorables y fértiles, de ellas de desarrolla una pequeña planta o protalo de la cual se edificará otra nueva planta de helecho.
Los musgos son el grupo mayor de las briofitas, y se conocen más de doce mil especies distintas de musgos en todo el planeta. Estas curiosas plantas se desarrollan en sitios de sombra y encima de piedras, en el suelo, cortezas de árboles y también dentro de corrientes de agua. Su importancia se debe a que producen, como varias familias del grupo, sustancias químicas capaces de eliminar a las bacterias.