Las orquidáceas constituyen una familia muy vasta y amplia, dado que se conocen aproximadamente diez mil especies distintas, que comprenden plantas de aspectos extraordinariamente diversos. Son plantas perennes, terrícolas, epifitas y muchas veces saprofitas, propias de climas tropicales y muy templados. Las especies terrestres disponen de tubérculos de los cuales nacen raíces adventicias.
En las epifitas se presentan ensanchamientos del tallo, de donde salen raíces aéreas que fijan a la planta sobre las cortezas de los árboles que les sirven de apoyo. Gran cantidad de ellas se cultivan en jardinerías por lo atractivo y rarezas de sus flores. Su crecimiento a partir de las semillas solamente es probable cuando éstas se encuentran infectadas por algunos hongos, que luego conformarán micorrizas. Financieramente, son muy apreciadas las vainillas, las orquídeas conocidas como trepadoras, de la que se emplean sus frutos como excelentes aromatizantes.
Sus hojas son alternas, casi siempre alargadas y envainadoras, que a veces están reducidas a escamas carentes de clorofila. Las flores, agrupadas en inflorescencias racimosas son hermafroditas, zigomorfas y trímeras. Viven en el suelo de los bosques y praderas de zonas templadas, pero la mayoría de ellas son típicas de las selvas tropicales, donde viven sobre los árboles, a los que ofrecen un aspecto llamativo por sus flores tan hermosas y diferentes.
Son muy numerosas también en los invernáculos de Europa. La relativa sencillez con que se pueden lograr los híbridos origina la aparición permanente de nuevas formas y especies.
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