El azafrán constituye una planta que ya desde épocas muy remotas formaba parte del historial de muchos pueblos de Oriente y Occidente. El Antiguo Testamento ya mencionaba las virtudes de esta planta y hasta el mismísimo Bécquer hacía referencia al azafrán en sus populares rimas y letras de zarzuelas.
El azafrán es la única planta de origen vegetal que en su flor contiene los tres colores primarios: azul, amarillo y rojo, símbolos de la energía, el orden y la fuerza. Produce solamente una flor en el extremo de un pequeño escapo. En ella, aparecen tres estambres y su clásico estigma rojo-anaranjado. Su corola está segmentada en seis partes de tonos morados, que se unifican y alcanzan al bulbo. Los bulbos son muy compactos, planos y carnosos, y están cubiertos por filamentos.
Las hojas son alargadas y de forma de cilindro, de coloración blanquecina de un lado y verde oscuro del revés. La planta de azafrán florece en el otoño y es cultivada en tierras sueltas y bien aireadas. Las hojas secas son cortadas en la época veraniega y resultan un excelente forraje. En el invierno se seleccionan los mejores bulbos para posteriormente destinarlos a la reproducción. Las plantaciones se realizan hasta el mes de setiembre y la recolección de la flor es conveniente hacerla cuando está abierta.
Su flor ha sido considerada como esotérica y sus tinturas han coloreado vestiduras de grandes dioses y reyes. En muchas escrituras cristianas, la coloración del azafrán es asociado con el oro. Actualmente es una de las especies más costosas del mundo, dado que es necesario más de un cuarto de millón de flores para producir tan sólo un kilo de azafrán.