Tener un huerto urbano es más que una moda: es una solución a la crisis para muchas personas, ya sea por poder cultivar sus propios alimentos o para venderlos. Pero a veces las ciudades y los cultivos no se llevan bien. Hay muchos riesgos latentes, como puede ser el plomo.
Todos hemos oído hablar del peligro que supone el plomo en nuestras cañerías, contaminando silenciosamente el agua que bebemos, y por suerte este material ha dejado de utilizarse en la fabricación de éstos y otros conductos desde hace un tiempo. Sin embargo, décadas y décadas de construcción urbana no pueden obviarse así como así. En ocasiones, tener un jardín o un huerto en el patio de nuestra casa, en plena ciudad, puede no ser tan beneficioso como pensamos para nuestra salud desde el momento en que se ve afectado por el humo o el plomo que se esconde en la pintura de los edificios.
Incluso en cantidades ínfimas, la ingesta de plomo a través de verduras puede provocar problemas en el desarrollo intelectual de los más pequeños, o acabar dañando nuestros órganos con el paso del tiempo. La solución suele encontrarse en evitar cultivar en contacto directo con el suelo urbano: lo recomendable es colocar una capa de cemento y a continuación la tierra. ¿Pero cuánta gente puede permitirse una obra de esta clase?
La higiene es fundamental
Como decimos tantas otras veces, no hay que escandalizarse demasiado. Al fin y al cabo, sabemos que un jardín o un huerto siempre van a estar expuestos a contaminación; a menos que vivamos completamente aislados en las montañas será difícil evitarlo. Si tenemos la posibilidad de acondicionar el espacio que dediquemos a los cultivos de la manera que hemos indicado, mucho mejor; si no, lo que no debemos olvidar nunca es la importancia de lavar bien cualquier clase de fruta o verdura que vayamos a poner en nuestra mesa, proceda de donde proceda.