Ahora que han llegado las lluvias en muchas zonas (y con bastantes ganas), es un buen momento para plantearnos crear un jardín de lluvia. ¿Es la primera vez que escucháis este término? No os preocupéis, os contamos con todo detalle en qué consiste.
Nadie duda de que el agua de lluvia es la mejor forma de conseguir que nuestras plantas crezcan de la manera más sana posible. Sin toda esa clase de componentes artificiales que inevitablemente encontramos en el agua con que regamos normalmente, la absorción de los nutrientes necesarios será mucho más rápida y completa. Además de recoger el agua cuando llueve y emplearla para el riego, también podemos crear una pequeña parcela especialmente destinada a convertirse en un filtro para la lluvia, con una serie de plantas escogidas para ello. Esto es lo que se conoce como jardín de lluvia, y veréis cómo es mucho más sencillo de crear de lo que quizás pensáis.
Evidentemente, el requisito fundamental es que vivamos en una zona en la que las lluvias no sean algo esporádico y aislado, sino que tengan la suficiente frecuencia como para que nos compense el trabajo. El tamaño de esta parcela es indiferente y dependerá del espacio que tengamos a nivel general. Se recomienda, eso sí, no delimitar una zona muy pegada a las paredes de cualquier construcción y buscar un terreno con buen drenaje.
Hasta cierto punto, podríamos decir que lo que vamos a crear es una especie de estanque en miniatura dentro de nuestro jardín, por lo que debemos cavar un hueco no demasiado profundo, de unos veinte centímetros. Si la zona que escogemos, además, puede recoger el agua que caiga de canalones o desagües, mucho mejor (siempre teniendo en cuenta ese requisito de evitar la excesiva proximidad con construcciones). Por último, en cuanto a las plantas, podemos tener bastante libertad siempre que sean algunas que se desarrollen en condiciones de mucha humedad o que prefieran el agua estancada.